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El mas triste evento civil ocurrido durante la Guerra de los Diez Años.
El crimen mas atroz cometido por el gobierno colonial
.

Fusilamiento de los Estudiantes de Medicina.

Por: Maria Teresa Villaverde Trujillo
ashiningworld@cox.net


Portada revista cubana Carteles en 1956

Uno de los eventos mas trágicos ocurridos durante la Guerra de los Diez Años fue el fusilamiento de los ocho estudiantes del primer curso de Medicina de la Universidad de La Habana, lo que ocurrió durante el gobierno del militar español Capitán General Blas Villate y de la Hera, Conde de Valmaseda, quien mientras permanecía en la región oriental de la isla, la ciudad de La Habana estaba a merced del Cuerpo de Voluntarios, poderosa fuerza paramilitar integrada por los mas recalcitrantes españoles residentes en la ciudad.
.... sucedió que, un grupo de jóvenes se encaminaba a la clase de anatomía, en el anfiteatro ubicado en lo que hoy es la calle San Lázaro entre Aramburu y Hospital, contiguo al Cementerio de Espada. Al pasar por un solar yermo, situado al fondo de la plaza de toros, los jóvenes emprendieron a pedradas entre sí, siendo amonestados por el capellán del cementerio. Luego, ante la ausencia del profesor doctor Pablo Valencia y García que debía impartir la clase a las 3pm  pero a quien otros asuntos le impidieron llegar a tiempo al anfiteatro anatómico, el grupo se puso a jugar en la plazoleta situada frente a la entrada principal del cementerio con el carro destinado a transportar los cadáveres a la sala de disección.
A primera hora del 25 de noviembre se personó en el Cementerio Espada el gobernador político, Dionisio López Roberts dispuesto averiguar sobre los actos de dichos estudiantes en ese lugar. El celador, Vicente Cobas, culpó a los estudiantes ante el gobernador de haber rayado el cristal que cubría el nicho del propietario y director del diario integrista La Voz de Cuba, Gonzalo de Castañón, un periodista español de dudosa reputación, quien comenzaba sus artículos con la frase “¡sangre y fuego!” y predicaba el exterminio de los cubanos.

A pesar de que el capellán del cementerio, presbítero Rodríguez manifestó que “esas rayas, cubiertas por el polvo y la humedad, las había visto hacia mucho tiempo, y por lo tanto no podían suponerse hechas en esos días”, así  45 estudiantes fueron arrestados –ese mismo día- en su aula universitaria.  Al día siguiente, bajo las órdenes del Segundo Cabo, General Romualdo Crespo, por encontrarse ausente Valmaseda, los estudiantes fueron procesados en juicio sumarísimo.  El español capitán Federico Capdevila, defensor de los estudiantes, en ocasiones durante el juicio hubo de echar mano a la espada frente a los Voluntarios, debido al mal comportamiento de los mismos.

El fallo de ese juicio no fue aceptado por los Voluntarios españoles amotinados frente al edificio de la cárcel donde se celebraba la vista del caso, por lo que, los estudiantes fueron procesados una segunda vez; necesidad de dos Consejos de Guerra para justificar las condenas exigidas por los Voluntarios, con el apoyo del Gobernador Político Roberts, sentenciando a muerte a ocho estudiantes, decididos mas tarde al azar.  

Doce estudiantes fueron condenados a seis años de presidio, dieciocho a cuatro años de prisión y cuatro a cuatro meses de presidio.  Valmaseda, que había regresado a La Habana, no revocó el fallo ni lo conmutó por pena inferior. Para escoger a los ocho que habrían de ser fusilados, cifra fijada arbitrariamente, seleccionaron a los cuatro que habían jugado en la plazoleta y a uno que arrancó una flor. El resto fue escogido sacándolos a la suerte entre los 31 condenados.

Los estudiantes salieron de la cárcel a las cuatro de la tarde hacia la capilla dejando allí cada uno su último mensaje a familiares y amigos.  Algunos como Alonso reiteraba la fe de ver a los padres en la Gloria; y Angel afirmaba: "Muero inocente, me he confesado".

Inmediatamente después fueron ejecutados en el portal del cuartel, de rodillas, de dos en dos, frente al muro de los barracones de ingenieros existentes entre la calle Cárcel y la Punta, en la ciudad de La Habana, a solo dos días de haber sido arrestados.


¡Inocentes!

Los cadáveres de Eladio González,  Carlos A. de la Torre,  José de Marcos Medina,  Pascual Rodríguez y Pérez, Anacleto Bermúdez, Alonso Álvarez de la Campa, Ángel Laborde y Carlos Verdugo fueron trasladados a un lugar extramuros conocido con el nombre de San Antonio Chiquito, acompañados por una compañía de voluntarios. No se permitió a sus familiares reclamar a sus muertos para darles sepultura sino que fueron arrojados en una fosa común de dos metros de largo por metro y medio de ancho y dos y medio de profundidad colocándolos de cuatro en un sentido y los otros cuatro en sentido opuesto. Diez semanas después se asentaron sus partidas de enterramiento en los libros del cementerio, apareciendo que los cadáveres fueron inhumados de limosna.  Es de notar que Carlos Verdugo, estudiante de 17 años de edad, natural de Matanzas, no se hallaba en La Habana el día de las supuestas profanaciones en el Cementerio Espada.

...y al igual que dijo nuestro Apóstol en aquel entonces, ahora podemos decir nosotros con nuestros actuales muertos:
¡Y un mundo tienen ya por sepultura!
¡Y más que un mundo, más!
 Cuando se muere,
en brazos de la patria agradecida,
La muerte acaba, la prisión se rompe;
¡Empieza, al fin, con el morir, la vida!

Noviembre 27, 2011
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